sábado, 5 de septiembre de 2015

Una Paz Duradera para Colombia

Por Carlos Gustavo Rengifo Arias

Una versión editada de este artículo fue publicado en Periferia Prensa Alternativa, Edición No 109, 20 de agosto-20 de septiembre, Pág. 14, 2015.

Nadie que no este en sus cinco sentidos quisiera que nuestro país siguiera en una guerra que ha durado más de medio siglo y en la que han muerto al menos 220.000 personas, 25.000 desaparecidas y 4.744.046 desplazadas en el periodo comprendido entre 1958 y 2012, según el informe presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en el 2013. Pero una superación definitiva del conflicto social y armado en Colombia demanda una paz duradera, no una que consista solamente en la desmovilización de las Farc y que estos paguen cárcel, como lo espera el gobierno, sino una paz con justicia social. Y para que exista justicia social es un imperativo abandonar el modelo neoliberal que viene implementándose desde hace 25 años y que es el causante del incremento de la desigualdad y la pobreza en Colombia.

Y es que los niveles de desigualdad y pobreza en Colombia han aumentado con la implementación del Neoliberalismo. Hasta el 2013, el coeficiente Gini de Colombia era 0,54, lo cual indica que el 20% de la población con más ingresos se queda con aproximadamente 60% del ingreso. Con relación a la pobreza y la pobreza extrema, departamentos como Quibdó, cuentan con 49,9% y 17,5% en su orden, junto a Riohacha, 43,3% y 12,7%, son las peores clasificadas. En el otro extremo, Bucaramanga (10,3% y 1,2%) y Bogotá (10,2% y 1,6%) registran los mejores indicadores, esta situación se explica por tres factores: la tasa de desempleo, la informalidad y un nivel de salario por debajo del mínimo, la dispersión salarial es muy amplia entre los que trabajan y tienen, según un artículo publicado en el diario Portafolio en el 2014 y escrito por Ricardo Mosquera, Exrector y profesor asociado de la Universidad Nacional. Es una realidad mundial reconocida por organismos internacionales como el FMI y el BM que la desigualdad y la pobreza sigue aumentando tanto al interior de los países con entre estos y nuestro país ocupa el deshonroso primer puesto como el país más desigual de Latinoamérica y el tercero más desigual del mundo, también es el tercero más corrupto de todo el planeta, índices solo comparables con los países de África.

La implementación del modelo neoliberal significó en primera instancia, la privatización de varias empresas estatales, privatizando los derechos asociados a estos y aumentando el desempleo, y por otra parte, el aumento de las importaciones agropecuarias e industriales, que hoy son responsables de la crisis del campo y la des-industrialización del país, como diversos analistas lo vienen planteando durante varios años. Por ejemplo, con la firma del TLC con EEUU se comprobó que nuestro país fue el perdedor, ya que en el periodo que comprende de mayo 2012 a marzo 2014, las exportaciones colombianas a EEUU pasaron de US$ 40.277 millones a US$34.279 millones, una caída de 15% en las ventas colombianas, y por su parte las importaciones crecieron en el mismo periodo de US$24.708 millones entre mayo de 2011 y febrero de 2013 a USD $28.142 millones. Esto significa que las importaciones crecieron 13.9% durante el TLC con EEUU, según el octavo informe sobre los resultados del TLC publicado en el portal tlcaldesnudo.com

En relación con lo anterior, el panorama laboral en Colombia es cada vez más precario. Según un informe publicad en el portal las2orillas, en el mes de agosto de este año, y escrito por Fabio Arias Giraldo, Secretario General de la CUT, el 68 % de los más de 22 millones de colombianos que trabajan no tienen plena seguridad social; es decir, no están afiliados a salud, pensiones, riesgos laborales, caja de compensación o fondo de cesantías. Más de dos millones no tienen empleo. Casi la mitad de los trabajadores que no cuentan son seguridad social integral se encuentran bajo formas de contratación deslaboralizada, tales como OPS, cooperativas de trabajo asociado, fundaciones, prestación de servicios, SAS, contratos sindicales, entre muchas. El 80 % de la población económicamente activa (PEA) gana menos de dos salarios mínimos legales vigentes; es decir, es una población trabajadora que no alcanza a comprar con su salario la canasta básica familiar. El 50 % de los trabajadores gana menos de un salario mínimo. La sindicalización es menos del 5% y Colombia ha sido catalogado como uno de los países en donde menos crece el salario mínimo, según un informe de la OIT del 2013.

Una paz duradera debiera cuestionarse seriamente como un factor crucial en el origen del conflicto social y armado como es el de la concentración de la tierra sigue hoy empeorando. En la década de los 60's, ya el 10% de la población concentraba más del 80% de la tierra, de acuerdo al libro “El Estado y las políticas públicas” de Alejo Vargas, docente de la Universidad Nacional, y según el reciente Censo agropecuario tan solo el 0.4% de la población concentra hoy cerca de la mitad de la tierra, mucha de obtenida por vías ilegales. Los niveles de desempleo en el campo son los más altos del país (8,3%) y el 75% del empleo es informal. En el campo los pobres son el 65% y los indigentes el 33%. Este es el resultado de décadas de abandono y olvido que se refleja en que cerca del 90% de la población rural gana menos un mínimo o menos, 83% de la población rural está en el régimen subsidiado de salud, el 83% de los productores del campo manifestaron no haber utilizado maquinarias en sus labores y un 89 por ciento no ha solicitado créditos bancarios, ni ha accedido a asesoría o asistencia técnica, el 11% no tiene vivienda y el 16% tiene vivienda en mal estado, el 85% de la población carece de alcantarillado, el ingreso promedio de un campesino era en el 2009 de 220.000 pesos, mientras en la ciudad el ingreso promedio alcanzaba está 668.000 pesos, el analfabetismo es del 18,5%, y aún hoy el 60% no tiene agua potable.

Nuestro país ha pasado de ser potencia agrícola a importar una gran cantidad de bienes agropecuarios agravando la situación del campo colombiano. En el 2012, el país importó 4,1 millones de toneladas de alimentos entre enero y junio de ese año, una cifra que tuvo una leve reducción frente al 2012. Sin embargo, las estadísticas muestran que desde el año 2009 las importaciones de alimentos vienen creciendo de forma sostenida y solo en 2012 sumaron 9,5 millones de toneladas, lo que equivale a US$6.108 millones. Esta cifra fue superior en 909.021 millones de toneladas frente al 2011. Por ejemplo, las importaciones de arroz subieron 192 % en el primer semestre del año, las de pescado fresco y congelado 38 %; se han importado US$15 millones en trozos de pollo y las compras de cebolla cabezona pasaron de US$6 millones a US$13,5 millones, en el mercado mundial. Como esto, el país consume importado carne, tomates, lechugas, pepino, hortalizas frescas y congeladas, avena, maíz, sorgo, entre muchos otros productos, según el informe del impacto del TlC mencionado más arriba. 

Por último, según el reciente censo agropecuario solo el 6,3 por ciento del área rural de Colombia (7,1 millones de hectáreas), es usada para cultivos agrícolas, mientras que el 93,7 por ciento restante es utilizada para otras actividades como la ganadería, lo que ha debilitado la capacidad del país de auto abastecerse de alimentos e influenciando los niveles de desnutrición del páis. En relación a lo anterior, han aumentando los casos de desnutrición crónica en el país que alcanza un 13,2% de la población total infantil, en zonas como la Guajira y el Vaupes supera el 30%. Particularmente en la Guajira, que recibe una gran cantidad de regalías, los casos de desnutrición más extremos han llevado a 278 niños a la muerte entre el 2009 y el 2013, según cifras del Dane. 

Colombia necesita una paz perpetua, una que no siga enterrando a nuestros compatriotas y más bien que entierre de facto las razones que han alimentado históricamente el conflicto social y armado en Colombia, es decir, la desigualdad económica y política en nuestro país, que evite de esta manera la justificación de cualquier guerra.